Vivimos un período
caracterizado por una constante renovación de los conocimientos, algunos
autores han llegado a afirmar que cada doce años se está duplicando el
conocimiento humano, en dichas condiciones, es absurdo pretender que la escuela
siga concentrada en los aprendizajes memorísticos.
Más que el
conocimiento, se torna como prioridad la capacidad para comprenderlo, para
interpretarlo y procesarlo. Frente a una escuela concentrada en el aprendizaje
de informaciones particulares, el mundo contemporáneo exige la formación de
individuos con mayor capacidad de observación, análisis y síntesis, en tal
sentido, para conseguir ese individuo crítico, creativo, innovador y creador de
soluciones a los problemas de su entorno, se requiere de estrategias didácticas
de impacto en el quehacer docente, pertinente con los avances del conocimiento
científico, técnico y pedagógico que garanticen una actuación rigurosa,
sistemática, reflexiva y coherente tanto en el centro educativo como en la propia
aula, estas condiciones, invitan al alumno a trabajar con entusiasmo permanente
y por lo tanto a crecer día a día.
Los argumentos precedentes llevan a considerar los
fenómenos educativos y el ejercicio de la docencia, desde múltiples
aproximaciones disciplinarias, dada la complejidad que presentan no sólo la
explicación de los procesos de aprendizaje y desarrollo personal involucrado,
sino la necesidad de disponer, tanto de un marco de referencia interpretativo
como estrategias pedagógicas de intervención específicas, sumado a un clima
adecuado que permita orientar la reflexión y la práctica en el proceso de
aprendizaje
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